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La Desinformación: El Mayor Riesgo en la Era de la Información

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Victoria Navarro Ocampo
16 de Ene. de 2025 | 2 min de lectura
Bienvenidos al blog de Sabiduria.ar, una puerta de entrada al fascinante mundo de Data Analytics, Desarrollo Web, la Inteligencia Artificial para Negocios, Toma de Decisión, Diseño Gráfico y Filosofía.

¡Comencemos!

Desinformación: Un riesgo global

La desinformación: un problema que requiere soluciones colectivas e individuales para garantizar un futuro informado y seguro.


La Desinformación

La desinformación es mucho más que "fake news". Representa un problema complejo y global que la humanidad enfrentará con mayor intensidad en los próximos años. Su impacto la posiciona como un riesgo prioritario, pudiendo superar incluso desafíos como el cambio climático, las pandemias y los conflictos geopolíticos. Su capacidad de distorsionar la verdad afecta tanto decisiones individuales como colectivas, generando incertidumbre, miedo, polarización y falta de confianza a nivel global.

La desinformación no es un fenómeno nuevo, especulaciones, propaganda y manipulación de información han influido en decisiones importantes durante guerras y crisis sociales. Lo que la distingue (o agrava) hoy es la impactante capacidad de la inteligencia artificial para crear contenido hiperrealista, como voces, imágenes y videos de personas que parecen reales (entre otros), la magnitud y velocidad de su propagación a través de plataformas digitales. Las noticias falsas y las narrativas manipuladas pueden alcanzar a millones de personas e influir en la opinión pública en cuestión de segundos, algo impensable hace siglos. Esto no solo magnifica su impacto, sino que dificulta su detección y control. El informe de riesgos globales del Foro Económico Mundial 2025 destaca que la desinformación es hoy uno de los principales desafíos globales, junto con el cambio climático y los conflictos armados. Nota El País, 2025.

A diferencia de otros riesgos globales, como una pandemia o el cambio climático, la desinformación no está limitada a un solo ámbito: afecta la salud, la política, la economía y hasta las relaciones sociales al mismo tiempo. En una pandemia, puede provocar rechazo a las vacunas o tratamientos. En el ámbito político, distorsiona elecciones y decisiones de gobierno. Y en la economía, genera inestabilidad con información falsa sobre mercados o crisis financieras.

La raíz del problema radica en que la desinformación afecta nuestra capacidad de tomar decisiones informadas, lo que agrava cualquier otra crisis. Mientras que una pandemia puede ser enfrentada con vacunas y protocolos, la desinformación requiere una combinación de educación, regulación y tecnología, pero sobre todo, consciencia colectiva. Solo una ciudadanía consciente, combinada con herramientas tecnológicas y una regulación adecuada, puede frenar este fenómeno.

Aunque el problema requiere soluciones colectivas, las acciones individuales y la educación constante sobre este tema también juegan un papel importante para mitigar su propagación. Todos podemos aportar nuestro granito de arena para combatir este fenómeno con algunas acciones simples pero poderosas, que al menos nos harán más conscientes de esta realidad:

  • Verificar fuentes: Antes de compartir información, comprobar que provenga de medios reconocidos y esté respaldada por datos verificables. Cuestionar todo lo que estamos por compartir.
  • Contrastar diferentes perspectivas: Consultar varias fuentes permite identificar manipulaciones o sesgos en el contenido. Comparar puntos de vista opuestos puede ayudar a obtener una visión más confiable.
  • Cuestionar titulares sensacionalistas: Analizar noticias que buscan provocar emociones extremas o que parecen demasiado buenas (¡o malas!) para ser verdad. Esto se conoce como clickbait. En inglés, bait significa "carnada", por lo que el titular sensacionalista es una carnada diseñada para que hagamos clic.
  • Promover el pensamiento crítico: Reflexionar sobre el contenido que consumimos y fomentar análisis más rigurosos. Por ejemplo, desglosar una noticia dudosa en equipo, revisando su autor, fecha de publicación y el contexto en otras fuentes.
  • Cuestionar el uso de algoritmos: Ser críticos con las plataformas digitales que priorizan ciertas narrativas. Revisar configuraciones de privacidad y explorar fuentes alternativas para evitar depender únicamente de sus recomendaciones.
  • Salir de la burbuja informativa: Ampliar nuestras perspectivas buscando fuentes que desafíen nuestras creencias. Esto ayuda a evitar la filter bubble (burbuja de filtros), un término que describe cómo los algoritmos restringen la información que recibimos, mostrándonos solo lo que coincide con nuestras creencias y fomentando el sesgo de confirmación.
  • Contextualizar los datos: Examinar gráficos, cifras y declaraciones en su contexto original. Revisar si los datos están completos o si fueron manipulados visualmente, como en el caso de escalas truncadas, ejes distorsionados o estadísticas engañosas.
  • Verificar contenido generado por IA: Analizar críticamente imágenes, videos o textos sospechosos creados por herramientas como deepfakes. Utilizar tecnologías de detección para confirmar su autenticidad.
  • Cuestionar resultados de búsqueda: Ser conscientes de que técnicas como el black hat SEO pueden posicionar contenido falso en los primeros resultados. Buscar información en múltiples fuentes. El back hat SEO es una técnica de posicionamiento web que busca engañar a los motores de búsqueda para que un sitio web aparezca en los primeros resultados de búsqueda.
  • Desmentir mitos tecnológicos: Investigar ideas populares, como "el modo incógnito garantiza anonimato total" o "los teléfonos siempre escuchan". Compartir explicaciones claras puede prevenir la difusión de estos mitos.
  • Identificar ciberpropaganda: Analizar el contenido de redes sociales y detectar patrones sospechosos, como la repetición excesiva de mensajes o perfiles poco confiables. Denunciar bots y reseñas falsas en plataformas.
  • Fortalecer prácticas de ciberseguridad: Utilizar métodos confiables para proteger dispositivos y verificar la veracidad de rumores sobre vulnerabilidades o ataques. Evitar compartir información sin evidencia sólida.
  • Consumir medios rigurosos: Apoyar medios que prioricen la precisión sobre la rapidez en sus coberturas. Compartir contenidos bien investigados ayuda a combatir la desinformación.
  • Estar alertas y alertar a nuestro entorno: Explicar cómo funciona la desinformación a amigos y familiares, y compartir herramientas para identificar patrones comunes, como imágenes fuera de contexto, gráficos manipulados o datos desactualizados.

Conclusión

La desinformación es un riesgo global que nos afecta a todos. Ser plenamente conscientes en cada momento de la información que consumimos y compartimos es un primer paso para combatirla. Aunque el control total no depende de cada uno de nosotros, nuestras acciones pueden contribuir a frenar su propagación, construir un entorno informativo confiable y, sobre todo, con sabiduría.

Si deseas obtener más información, no dudes en seguirnos en redes, y visitar nuestro blog en www.sabiduria.ar ¡Hasta el próximo artículo!

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